QUESO FUNDIDO. Un mes de escritura 28.

En octubre hará seis años que parí a mi hijo. Con él, vino nuestra lactancia natural, que siempre es cosa de dos. Recuerdo el olor de la leche y todas sus variantes. La leche un poco agría cuando él había mamado un poco de más y regurgitaba lo que le sobraba. La leche ya prácticamente digerida, oliendo casi a vómito cuando regurgitaba un poco más tarde. Pero sobre todo recuerdo el olor de las heces de bebé amamantado. Te parecerá sorprendente, pero no huelen mal. Tampoco bien, no te creas, no son perfume de rosas. Es un olor neutro. Como de queso fundido. Con estos olores me transporto a las siestas compartidas, a su ligereza, a su pequeñez, a su sonrisa pura, a lo fácil* de cuidar y amar un bebé al que le basta con comer, dormir y estar en brazos. 

*No es fácil, nunca es fácil. Cada etapa tiene su historia. Para mí no fue fácil entonces, y tampoco es fácil ahora. Con los años me atrevo a decir que ojalá fuera todo tan sencillo como en ese tiempo.

Comentaris