21 GRAMOS

Y su cuerpo no era ya su cuerpo,
volaba lejos, su alma,
hacia perdidas y alejadas tierras,
hacia nuevos destinos,
imposibles de alcanzar estando viva.


Se dejaba llevar por la inercia del tiempo,
por un fluir sin metas,
por un sentimiento ocular catatónico ancestral.


La vejez del mundo la atravesaba
y sentía cada época pasada
encima
y dentro
de su piel.


Pesando las horas y los años
tanto como la arena de un globo aerostático.
Soltando a cada minuto un grano más
para poder aterrizar a salvo.


Y durmiendo así,
naciendo de nuevo,
viviendo el mundo,
reproduciendo sus sueños,
muriendo el universo,
su alma y su cuerpo perdían
cada día un poco más de peso.

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