El barrio en el que yo vivo no es el más bonito, aunque ¿cuál lo es? Pueden ser más limpios, nuevos u ordenados, pero no calificaría de bonito ningún grupo de calles y casas de mi ciudad. Sin embargo, si salimos ahora mismo te daré una vuelta por él para enseñarte lo imprescindible. Hay de todo. Al final de la calle hay una escuela y un instituto, y un poco más arriba, un parque. El parque dónde las criaturas aprenden lo importante. Saltar, rodar, dibujar en la tierra, escarbar caminos en la tierra, escribir en la tierra. Vamos más abajo, al súper. Aquí te atenderán unas mujeres excepcionales, que se parten la crisma para que todo esté en su sitio y en buen estado y tengas siempre lista cualquier cosa que necesites. Si me preguntas, el aplauso de las 20 en mi casa también era para ellas. Saliendo a la izquierda y "todo tieso" llegamos a una bajada que va a desembocar a un pequeño bosque. Desde allí, verás, llegamos a mi sitio favorito de Rubí. Desde el bosque parte un caminito que sigue a la riera, entre sombras de árboles, aire limpio y luz natural. Tras caminar diez minutos aparece un poco de cemento que llega hasta una orilla de más cemento, que te presenta el río, y mirando arriba la pasarela y el puente por dónde pasa el ferrocarril. La riera siempre va muy vacía, así que te puedes sentar en medio del gris del cemento y observar el agua correr y un pequeño oasis rodeado de gris y dureza se abre ante ti. Porque también hay árboles, y patos, y a veces jabalíes, y a veces gallinas fugadas de alguna choza clandestina, a lo lejos, aún más lejos, una colina, y si paras un poco más, te darás cuenta de que de fondo se oye el tráfico de la carretera, cómo un mantra apaciguante roto solo por el traqueteo del tren cada 12 minutos. Estás sola, pero bien acompañada, y quieres hacer saber a todo el mundo la paz que te da este rincón, y también lo quieres mantener secreto, guardado y atesorado solo para ti y tus personas favoritas elegidas.
Genial! No ho sabia!
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