SUDOR. Un mes de escritura 9.

Aquella noche ya llevábamos un par de partos. Justo la madre anterior llegó tan apurada que casi no tuvimos que hacer nada. 

La siguiente era otra madre joven, de 39 semanas, fuerte, convencida y preparada para un parto natural, sin anestesia, y así fue, así lo consiguió.

Su parto llegó un poco antes de lo previsto, así que tenían la maleta un poco a medias. Otro día te cuento porqué existe la creencia de que las primerizas siempre se pasan de la fecha probable de parto…

El caso es que aquí mismo estaba ella, agarrada a la mano de su pareja, que le daba aliento y presencia. Aún no sabía que les quedaba muy poco, aunque la veía sentir que justo ese momento iba a ser eterno. Estaba brillando como una Diosa. En su planeta parto, a punto de conseguir su objetivo. Cansada, con su pelo mojado de sudor pegado en la cara, en aquel momento justo en el que empieza a creer que no puede más, en el que yo sé por experiencia que significa que está a punto de terminar.

Ella en su planeta parto, yo en el mío observando la evolución de todo, centrada en cuidar su perineo y observar el avance de la cabecita.

De repente, ella, sintiendo el cansancio, el sudor que le hacía desear una ducha como agua de mayo, en medio de ese momento de Diosa conectada con su cuerpo y su bebé. Nos arrancó a todos de ese viaje para el que el equipaje no estaba del todo preparado, exclamando, espontáneamente, de la nada:

— ¡¡No tengo las chanclas!!

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